¿Bienvenida?
7/22/2025
Bienvenida
05.09.2025
Paradójicamente, el primer aliento de una bienvenida debe ser también el eco de un adiós. Así que comienzo por despedirme. Mas ahora, ¿de qué me despido? ¿Cómo inauguro un cierre?
Quizás no en español, pero en otras lenguas las palabras de saludo y despedida coinciden. Sus diferencias recaen en mero contexto y en la esperanza del mutuo entendimiento. Este, por ejemplo, parece ser un inicio, puesto que nada lo precede. Pero necesita ser entendido, ante todo, como un final. Un límite, una frontera que hace cara al miedo. A esa parte de mí que me amarra las manos por detrás y me susurra “mejor quédate aquí”. Este comienzo, por ende, es una despedida. Ex y pedis: afuera, paso liberado. Me despido. Desato los pies a mi libertad y dejo marchar, lento y sin prisa, las expectativas.
Debo admitir que desgarra.
Románticas son las despedidas, amieladas, pegajosas. Cuesta quitarse sus moléculas de encima. Tal como el dulce adherido al piso, hacen más evidentes nuestras turbias huellas: cristalizan el paso del tiempo y la viscosa imposibilidad del hubiera. “Yo ya he pasado por aquí”, dicen las manchas. Ayudan a no perder el rumbo. Es que entre un hola y un adiós habitan muchas posibilidades. Esta bitácora, entonces, es un instrumento de navegación para no perderme dentro de mí misma. Recupero su pasado náutico y hago de este espacio un cofre de instrumentos que me permita avanzar hacia sotavento. ¿O, más bien, hacia barlovento?
Debo admitir que confunde.
Necesito ayuda para desafiar el viento. También necesito un banco para alcanzar el punto más alto de la alacena. Necesito tu presencia. Esos ojos que hacen de mí algo más que un espejismo. Esos oídos que permiten encarnar los horizontes de mis posibilidades. Creo que justamente esa es la magia del testimonio: devela que la escucha conlleva agencia. Tú aquí la tienes. Entonces, no intentaré encontrar mi voz, porque esa ya es una búsqueda perdida. Lo que espero es perseverar en el error. Ante un testigo, ser capaz de honrar mi cara más humilde y que gracias a ello mis palabras se reflecten, erren, como la luz sobre el agua.
Debo admitir que emociona.
Bienvenidx.


Muriel Martínez
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